Por Astrid Nilsen, European Talent Management Director de NIPPON GASES, y miembro de la Junta Directiva de HR Young Talent by DCH

No recuerdo cuándo, de quién o en qué contexto escuché la frase. Es posible que la memoria me falle y ni siquiera fuera tal y como el vago recuerdo de la conversación me viene a la cabeza. Mi interlocutor, no sé si hombre o mujer, me dijo con ese tono de quien considera tener la verdad absoluta: el cambio no se gestiona, se implementa y ya está. Yo no estaba de acuerdo y mi recuerdo me dice que no contesté, simplemente di la razón y pensé en todos los modelos de gestión del cambio que chocaban contra esa afirmación, las formaciones, reuniones o planes que yo misma había implementado. Las tres palabras siempre juntas “gestión del cambio”, como si el cambio no pudiera suceder sin una gestión, como si esas palabras formaran de por sí un axioma. Tanto que no me planteé si podía haber algo de razón en la afirmación de mi interlocutor.

Y de pronto llega a nuestras vidas el coronavirus, el reto que nos sumerge en un verdadero mundo VUCA (Volátil, Incierto, Complejo, Ambiguo, por sus siglas en inglés). Las empresas, de la noche a la mañana, sin poder hacer grandes planes de gestión del cambio, implementaron el cambio. Las que pudieron, readaptaron su forma de trabajar para continuar con el negocio y los empleados respondieron. Un nuevo micro mundo comenzó a arrancar a nuestro alrededor, ajeno al mundo en el que habíamos vivido hasta entonces. Un micro mundo en el que las teleconferencias de trabajo se juntaron con las personales, la salud laboral se entremezcló con la personal y la familiar, el ocio con las reuniones de trabajo, los deberes de los niños con los proyectos por terminar. Un micro mundo que arrancó sin tiempo para gestionar el cambio y aun así se puso en marcha. Solo hubo tiempo para implementar el cambio.

No es extraño entonces que en los últimos días hayan vuelto a resonar en mi cabeza aquellas palabras: el cambio no se gestiona, se implementa y ya está.

Lo cierto es que estamos en una situación excepcional y, por tanto, hemos reaccionado de una forma excepcional. No creo que no haya habido ninguna gestión del cambio (ha habido planes de comunicación, nuevos protocolos creados en muchas ocasiones por la noche, directrices, conversaciones, acompañamiento…), pero no en la medida en que lo hubiéramos gestionado si el tiempo lo hubiera permitido.

Considero que una de las cosas que hace esta situación excepcional es que nadie ha cuestionado que se deba o no implementar una nueva forma de trabajar. Habrá quien tenga dudas sobre las medidas tomadas en sus países, pero nadie cuestiona que su empresa vaya o no a seguir la legislación.

¿Cómo puede asemejarse esta situación tan atípica con una gestión del cambio más habitual? Personalmente creo que en esta situación excepcional no había duda sobre la necesidad. En cualquier otra circunstancia, los cambios nacen de una necesidad, y es desde ese momento en el que se puede compartir, comunicar e involucrar a las personas implicadas. La verdadera gestión sucede antes del cambio y a veces fallamos en detenernos en la necesidad, yendo directamente a gestionar la implementación del cambio.

Matizando entonces las palabras del interlocutor que iniciaba este artículo, creo que hay situaciones en que un cambio sí puede implementarse sin más y de forma exitosa… siempre y cuando la necesidad se haya gestionado bien.